Una tarde en Chapultepec, mis papás me compraron mi primera máscara, y esa máscara fue la del “Amo de los Ocho Ángulos”. Curiosamente, no era fanático de Octagón en ese entonces; más bien, la quería para romperla, inspirado por los villanos rudos de los años 90.

Con el paso de los años, la figura de Fuerza Guerrera se volvió icónica en mi memoria. Su estilo rudo y su astucia en el ring lo convirtieron en un villano temible, capaz de usar cualquier recurso del entorno para doblegar a sus oponentes… incluso una gallina para golpear al Gallo Tapado. Aunque no era el luchador más alto, su presencia resultaba colosal, y su máscara fue siempre una de las más bellas y elegantes de la lucha libre contemporánea.

El pasado 28 de septiembre se vivió la última caída de Fuerza Guerrera, un gladiador de 71 años que, pese a su edad y a casi 50 años de trayectoria, dio lo mejor de sí en el ring. Conmovido, expresó en sus palabras finales:

“Es momento de retirarme, no quiero causar lástimas”

Reconociendo el paso del tiempo. Sin embargo, para los verdaderos aficionados, siempre será el mejor rudo de la nueva era, aquella que inició en los años 90.

En su despedida, aunque no mostró la misma espectacularidad de su juventud, mantuvo intacta su esencia: asfixiando a Blue Demon Jr., aplicando sus clásicos rodillazos a la entrepierna y los muslos, amarrando a su rival en las cuerdas y mordiendo con fiereza. Al finalizar la lucha, Fresero Jr. resumió perfectamente su legado:

“Sin usted, los rudos de hoy no existirían. Usted ha sido una inspiración para todos nosotros”.

No es una despedida ni un adiós. Fuerza Guerrera siempre será una leyenda y vivirá en los libros de historia de la lucha libre como un rudo inolvidable

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